Este miércoles, la Corte Internacional de Justicia (CIJ) presentó una opinión consultiva sin precedentes en un caso que analiza las responsabilidades de los Estados frente al cambio climático y las posibles consecuencias legales de no cumplir con ellas. El principal objetivo de esta iniciativa es avanzar en la restricción judicial de las emisiones de gases de efecto invernadero, considerados por el Panel Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC) como la principal causa del calentamiento global. Si bien la crisis climática es un problema que afecta a todo el planeta, la carga de responsabilidad no se distribuye de manera uniforme: hay países que contribuyen mucho más que otros a las emisiones contaminantes y, por lo tanto, podrían enfrentar mayores exigencias internacionales.
Sin duda, la Argentina no tiene un rol protagónico entre los emisores globales de dióxido de carbono (CO₂), pero tampoco es la nación más verde de todas. En números se lo puede entender de la siguiente manera: hoy, China es el mayor emisor. En 2023 emitió 11.900 millones de toneladas de CO₂. La Argentina liberó a la atmósfera el 1,6% de lo que hizo el gigante asiático y 0,5% en relación con el resto del mundo. A pesar de ello, de América Latina, solo Brasil y México superan al país, ambas naciones ocupan el primer y segundo lugar, respectivamente.
Se conoce como gases de efecto invernadero a los compuestos con capacidad para retener calor y hacerlo rebotar repetidamente dentro de la atmósfera terrestre. El más conocido es el dióxido de carbono (CO₂), pero también están el metano (CH₄) y el óxido nitroso (N₂O). No son los únicos, pero sí los más vinculados a la actividad industrial y, por lo tanto, a la crisis climática.
Existen dos hechos ampliamente aceptados por la comunidad científica y la mayoría de los gobiernos del mundo:
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La temperatura global está aumentando.
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Este aumento se debe al crecimiento de la concentración de gases de efecto invernadero.
Según datos de la NASA, actualmente hay 430 partes por millón de CO₂ en la atmósfera. Como resultado, la temperatura promedio del planeta aumentó 1,62 °C —según registros del año pasado— en comparación con la época preindustrial.
Esta referencia es fundamental: los científicos atribuyen el incremento en la concentración de estos gases a la actividad humana, en especial la desarrollada durante los últimos 150 años, desde el inicio de la industrialización.
En esa línea, existe un vínculo más que relevante entre el nivel de emisiones y la capacidad productiva, sumado al tipo de industrias y la cantidad de personas que hay en cualquier territorio. Según el propio IPCC, esto se debe en gran parte a que la base de la producción mundial hasta hoy se impulsa gracias a la combustión de carbón, petróleo o gas.
De ahí que la Organización de las Naciones Unidas le adjudique a la generación de energía fósil un rol preponderante en la crisis climática. Sin embargo, no es el único. El transporte, la agricultura y ganadería, y el resto de los sectores productivos son contribuyentes a esta situación, y la Argentina no es la excepción.